lunes, 17 de abril de 2017

No se olviden de los Vaccaro, el doble asesinato de La Granja que sigue en la impunidad

Todavía creo escuchar la voz de algunos de mis maestros en el periodismo, que hubiesen señalado con énfasis: ! No se olviden de los Vaccaro¡. Se trata, de un crimen horripilante que sacude a La Plata. Hay que recordarlo de manera permanente.


No hay que permitir, de ninguna manera, que caiga en el olvido. Será por eso que volví a los puestos de la feria de  9 y 38 o en 528 y 115. Comprobé que allí la alegría ya no tiene piedra libre cuando se despacha un kilo de fruta. Gustavo y Carlos tratan de disimular ante los clientes el duro momento que viven. Llevan la tristeza pegada en la piel.El horroroso crimen de sus padres, aún no ha cicatrizado.No lo hará jamás. Es demasiado el horror y les duele tanta impunidad. Sus rostros denotan impotencia por el tiempo transcurrido y la justicia que se retrasa con injustificable impotencia.
 Pasaron más de 50 días después de aquel 17 de febrero cuando Carlos fue a la casa de sus padres para entregarles la tarjeta del cumpleaños de 15, que su hija planeaba festejar en dos semanas. Quería que sus abuelos fuesen los primeros en saberlo. Se encontró entonces con el más espantoso de los escenarios. Los cuerpos de sus padres, Rosa Concepción Diaco (66) y Pablo Vaccaro(74), dos laboriosos feriantes que habían acuñado un buen presente a fuerza de 50 años de trabajo duro, yacían sin vida en el piso sobre un charco de sangre. Tenían los rostros desfigurados. Eran la prueba más acaba del salvajismo, ya que los delincuentes no tuvieron piedad. Los masacraron de la peor manera. Fue a golpes en la cabeza, por nada. No se llevaron ningún objeto de valor. Los sometieron a un terrible martirio, porque suponían que había una gruesa suma de dinero oculta en algún lugar. Entre los enigmas, una de las dudas que asoma es la posibilidad de la venganza por un hecho del pasado.
De allí en más, familiares y vecinos del barrio de La Granja intensificaron las marchas y el clamor para que atrapen a los criminales. Ganaron las calles varias veces, pero hasta el momento los investigadores no hallaron n indicio alguno. Es increíble que nos acostumbremos a que se mate de esta manera y no pase nada. Hoy en ese barrio de casitas desparejas, el miedo es el común denominador. Hay una comunidad que quiere vivir en paz y no puede. Con impotencia observa que los criminales pueden estar a la vuelta de cada esquina, capaces de repetir el horror y gozando de una inexplicable impunidad. Es algo así como la ley de la selva, una frase que los periodistas venimos acuñando hace más de 40 años, pero de la que las autoridades no toman nota.
Después del tiempo transcurrido, los investigadores están hoy en veremos. Suponen que se trató de un intento de robo ejecutado por al menos dos personas que usaron guantes y probablemente armas de fuego. Así intimidaron a la pareja y les pegaron con las culatas, “para que revelaran dónde guardaban plata”. No pueden explicar tampoco si la hipótesis de una venganza, es lo suficientemente válida.
¿Entraron con el dato de que la pareja tenía plata escondida? ¿O estaban allí por segunda vez, tras el robo cometido en diciembre del 2016 y venían por más? ¿Fue una represalia por la denuncia que radicó aquella vez la pareja?. La presunción tiene que ver con que en esa Nochebuena, el matrimonio salió de la casa para reunirse con familiares y al regresar descubrieron que desconocidos les habían abierto un boquete en el techo, por el que accedieron a un entrepiso y desde ahí al interior del chalet. Nunca se supo la cantidad de dinero que sustrajeron los delincuentes, porque las víctimas no quisieron revelarlo. Pero aún hoy, se supone que fue una importante cantidad de dinero, entre dólares y alhajas. No descartan que sean los ahorros de toda una vida. 
Hay quienes evalúan que aquella vez Vaccaro marcó con cierta precisión a presuntos sospechosos que pululaban por el barrio. ¿Será por eso que los delincuentes podrían haberse tomado venganza?. Es solo una hipótesis. No hay nada que señale con contundencia esa posibilidad en el voluminoso expediente.
Después de aquel episodio, aún en vida, las víctimas decidieron reforzar la seguridad. Compraron dos perros dogo que estaban permanentemente en el fondo de la casa. Considerando que los canes salieron ilesos y ni siquiera ladraron, resulta claro que los homicidas no entraron por ese sector de la propiedad. ¿O los conocían?.
Diaco y Vaccaro fueron asesinados entre las 20.15 y las 21.20. El primer horario lo marca la filmación de la cámara de seguridad de un negocio cercano, que registró a Rosa ingresando con su utilitario Renault Kangoo en el garaje de la vivienda. Regresaba de la casa de su hermana.La policía supone que los asesinos podrían haber estado  asechantes adentro de la casa, con Vaccaro ya reducido a punta de pistola.
A las 21.20 el hijo de la pareja llegó al chalet para darles la tarjeta de cumpleaños de su hija. Quedó sorprendido cuando observó que las luces estaban apagadas. Decidió irse, pero en el camino llamó por teléfono y, como tampoco sus padres respondieron, se inquietó y regresó. Para no ir a buscar un juego de llaves a su casa, saltó la reja de la casa, se metió por la ventana y se topó con el más tétrico de los escenarios. Fue la postal de un incomprensible baño de sangre.
El cuerpo de Rosa estaba en el living comedor, boca arriba, inerte y con una mueca de horror. Presentaba heridas en la zona de la cabeza, más precisamente en el lateral derecho, en la frente y el rostro. Algunos detectives comentaron que la habrían arrastrado por todos los ambientes a golpes, sujetándola de los cabellos, exigiéndole dinero. Lo marcan la caída de los rastros de sangre, a más de 30 centímetros del piso. Ninguno de los dos presentaba, a simple vista, cortes en ningunas otras partes del cuerpo. Las heridas fueron ocasionadas por el empleo de un elemento contundente. 
En la cocina yacía Pablo, en posición boca abajo. Los criminales le habían destrozado la cabeza a golpes y patadas .Tenía hasta marcas de zapatos en el rostro. Invadido por el pánico y la angustia, Carlos salió a la calle a pedir ayuda a gritos. Minutos después arribó al lugar un patrullero. Tras ello, las veredas se llenaron de vecinos en medio del ulular de las sirenas. Inmediatamente, y al conocerse la noticia del trágico episodio en medio de la indignación, los pobladores propusieron cortar la calle. La llegada de los detectives de la DDI, Policía Científica y el fiscal Alvaro Garganta, amortiguaron un poco los ánimos.
El trabajo de los forenses permitió establecer que los cuerpos no presentaban puñaladas, ni tiros. Tampoco estaban maniatados. Se cree que a Vaccaro le “destrozaron la cabeza contra el piso”, en tanto que a su esposa le pegaron con la culata de un arma. Un dato no menor, es que los intrusos mostraron profesionalismo, ya que usaron guantes para no dejar huellas. No forzaron cerraduras, ni rompieron aberturas. Una de las hipótesis es que podrían haber sorprendido al hombre al entrar a la vivienda. Se supone que el material fílmico secuestrado no ha sido de mucha ayuda, ya que no aportó pistas firmes. Se trata de videos de cámaras privadas, porque las MOPU no funcionaban. 
Hasta el día de hoy, los vecinos están convencidos que los criminales fueron los mismos que perpetraron el robo en diciembre. Suponen que podrían haber tomado represalias porque los denunciaron. Otros comentan que esa misma tarde, una camioneta negra estuvo parada en el lugar  en actitud sospechosa, con una mujer en su interior. Otros dicen haber visto “a una moto, con un hombre de movimientos extraños”. La policía nunca habló sobre esas pistas.
El matrimonio Vaccaro vivía hace más de 50 años en La Granja. Fueron uno de los primeros vecinos en instalarse, cuando el lugar era campo abierto. Allí echaron raíces y sembraron con el paso del tiempo fuertes lazos de amistad con sus vecinos. Todos coinciden en que "se mataron trabajando" y no se merecían este final. En el barrio los conocían como "los italianos", aunque Pablo nació en el país y tenía siete hermanos. En tanto, Rosa llegó a la Argentina cuando apenas tenía seis meses. 
Trabajaron con abnegación, y doy fe de ello, porque fui uno de sus clientes. Me consta que eran muy buenas personas. Se dedicaron durante años a la venta de frutas en las ferias de 115 y 528 y en la de 9 y 38. A la par, trabajaban sus dos hijos, quienes con los años asumieron la misma cultura del trabajo y hoy son los que sostienen el puesto de frutas. A Rosa los vecinos la recuerdan como "una madraza" que ponía todo su cariño al servicio de la familia. Se levantaba a las 4 de la madrugada para ayudar a su esposo en sus tareas comerciales . Guardaba las costumbres típicas de los italianos y disfrutaba de los  domingos en familia. Preparaba los ravioles y hacía dulces caseros. 
Después de transitar de décadas de poner mucho esfuerzo, Pablo y Rosa habían logrado un cómodo nivel de vida. Vivían en un coqueto chalet con ventanales prolijamente barnizados. Lo construyeron con mucho esfuerzo en la avenida 520. La vivienda marca la diferencia entre los galpones y casas viejas que se erigen sobre la geografía del lugar. Pablo y su esposa llevaban 52 años de casados. Disfrutaban de sus nietos y de a poco se iban despidiendo de una vida de intenso trajín, para sellar la descendencia en sus dos hijos, Carlos y Gustavo.
Por estas horas, aún en las silenciosas calles de La Granja resuenan los pedidos de justicia de los más de 300 vecinos de los Vaccaro, que salieron a gritar desde el vamos y hoy siguen viviendo con miedo. Son los mismos, que en su momento con globos negros y remeras estampadas con los rostros de Pablo y Rosa,pidieron justicia a gritos, hasta enronquecer. Denunciaron con fuerza que "nos están matando de a poco". Sin embargo, la justicia aún hoy se manifiesta muda y sorda. Es grave, porque con el paso del tiempo, la verdad se aleja y puede llegar a instalarse en la comunidad la sensación amarga de la impunidad permanente.

No hay comentarios: